La
Mafia, o crimen organizado, para ser más exactos con el término, se caracteriza
por sus técnicas violentas de extorsión y presión, pero hay algo que para ellos
merece un respeto máximo y esto es la vivienda de la víctima, su casa y su
familia. Estos dos conceptos deberían ser sagrados para cualquier tipo de
relación empresarial y comercial, de hecho, cuando organizaciones violentas y
criminales lo respetan parece lógico que no fuera ni siquiera cuestionable. Sin
embargo, lamentablemente, esto no es así.
Amparados
por una ley injusta los bancos se permiten presionar y acosar a quienes no
pueden asumir una deuda, sus medidas no son peores que las de la Mafia, quizá
sean distintas, pero no menos dañinas. Llamadas telefónicas continuas
amenazantes, buro faxes que con términos jurídicos hacen que veas a tu familia
fuera de su casa, visitas personales al domicilio en momentos familiares (a la
hora de comer o a última hora del día), en definitiva, una presión psicológica
extrema. Lo peor es que les ampara la ley y que su poder y capacidad de presión
llega al límite, a dejar a toda una familia sin hogar.
Desde
los despachos, donde nunca se ven manos manchadas, utilizan el amparo de la ley,
en muchas ocasiones únicamente como castigo al deudor, y no como búsqueda de
compensación económica y rentabilización de la operación, lo cual tampoco sería
lícito, pero al menos les serviría como excusa y justificación. Créanme, es
común oír palabras frías e inhumanas que entrevén un sucio poder para el que
las pronuncia y un castigo para el que van referidas.
Es
inadmisible que un banco deje a una familia en la calle amparado por la ley, de
forma impersonal e indiscriminada, y que esa vivienda quede cerrada durante
meses o años a la espera de un comprador oportunista y probablemente
especulador que estará dispuesto a pagar, en la mayoría de los casos, un valor
irrisorio, y que rara vez cubrirá la deuda de la víctima.
Si se
hacen cuentas en muchas ocasiones se perdería menos tiempo y dinero tratando el
caso personalizadamente, proponiendo una pronta solución acorde con la
situación. No tiene sentido que una persona, como ejemplo, se hipoteque en
100.000 € sobre un piso que el banco tasó en 130.000 € hace 5 años, que hoy el
deudor no pueda asumir la deuda de 95.000 €, entre en un proceso de impagos y
consecuentes amenazas, viva la expulsión de su casa y que un año después de
empezar los impagos ésta se embargue, se tase en 60.000 €, se subaste y se adjudique a
un tercero por 50.000 €. ¿Tan complicado es pensar en llegar a una solución
intermedia y no haber beneficiado a un comprador oportunista y
por parte del banco haber asumido una pérdida de 45.000 € (más gastos del
proceso)? No deja de ser un ejemplo, pero estas cuentas reflejan una realidad.
Una realidad en la que siempre ganan y pierden los mismos.
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