Los depósitos a plazo fijo, imposiciones a plazo o plazos
fijos, son las denominaciones que tiene el producto más seguro para las
inversiones de los ahorros que ofrece la banca a sus clientes. Resumidamente se
refleja en el contrato el importe a invertir, el plazo de la inversión y el
tipo de interés (anual o TAE) al que se van a remunerar esos ahorros, siempre
bajo la denominación que indico. Muy simple y muy claro, tanto dinero dejo
estos meses y me pagas tanto. Estas inversiones, junto con el dinero que
tengamos depositado en las cuentas corrientes, están garantizadas por el Fondo
de Garantía de Depósitos hasta un límite de 100.000 € por titular, es decir que
si el banco quebrara el Estado nos cubre un máximo de 100.000 €, por este
motivo los clientes en estos últimos años, ante la incertidumbre en el sistema
bancario, diversificaban sus ahorros entre varias entidades, siempre y cuando
poseyeran más de 100.000 € de ahorros, lógicamente.
¿Cuál es el problema? Para el cliente sólo es que el interés
que se ofrece es relativamente bajo respecto al que hipotéticamente podría
llegar a ofrecer otro producto con algo más de riesgo, a más riesgo más interés
esperado, otro tema es la realidad. El principal problema radica en la banca,
los plazos fijos llevan márgenes de beneficios muy bajos o nulos, la elevada
competencia y el escarmiento de la clientela para invertir sus ahorros en
cualquier otro producto hacen que la competencia por atraer dinero lo haya
dejado como un mero producto gancho, que los empleados de las sucursales
deberán rentabilizar. La escasez de dinero ha creado una lucha entre entidades
por captar dinero y como toda lucha gana el mejor postor, al menos hasta que el
Banco de España estableció un límite máximo para la remuneración de los plazos
fijos y así frenar esta batalla que, además de ahogar la cuenta de resultados
de la banca, indirectamente perjudicaba al propio Estado por haberse tenido que
quedar las entidades quebradas.
¿Cómo rentabiliza esto la entidad? Partimos de que el propio
producto va tan justo de margen que no produce beneficio y si a esto le
imputamos el coste de transformación (empleados, sistema informático,
infraestructura, papel…) y el coste de entregar al Fondo de Garantía de
Depósitos un porcentaje de la inversión (0,20 %), obtenemos una pérdida, para
que se hagan una idea podemos hablar de 50 o 100 € como media por plazo fijo
(depende del importe, del tipo y del plazo contratado). Aquí entra entonces la
acción comercial de la red de oficinas y de la banca telefónica. Si el cliente
deja su dinero 6 meses y para ello además viene a la oficina varias veces,
tendrán que aprovechar al máximo esas oportunidades para cruzar (como se dice
en jerga bancaria) todo tipo de productos que sí son rentables y, por supuesto,
intentar por todos los medios convencer al cliente para que en lugar de un
plazo fijo contrate el producto de inversión en campaña que nada tiene que ver.
El banco crea estructuras de inversión que pretende vender
como fijas, seguras, con muy poco riesgo y dejando abierta una pequeña
posibilidad a que exista una pérdida, para curarse en salud cuando esta ocurra,
que por desgracia no son pocas veces. Esta puerta abierta a la pérdida del
dinero no siempre es explicada por los empleados de la entidad, muchas veces
sólo está reflejada en la letra pequeña de alguna de las hojas del contrato que
nos entregan para firmar, por ello siempre hay que leerlo todo y preguntar y
ante la duda no firmar.
Productos estructurados, fondos garantizados, pagarés, participaciones
preferentes, bonos, depósitos estructurados, depósitos referenciados a índices
y valores, fondos de renta fija, fondos de renta variable con el 75% de la
inversión en renta fija, fondos conservadores y/o moderados, etc. Todos ellos
tienen riesgo y no tienen nada que ver con los plazos fijos, por mucho que los
empleados bancarios, asediados por la presión comercial, pretendan venderlos
como tal y por mucho que los departamentos pensantes intenten ponerles nombres
que llamen a la confusión. Estos productos llevan implícitas comisiones de
gestión o intermediación que oscilan entre el 1 y el 3 %. Como matiz, un 3 % de 50.000 € son
1500 € de comisión que el banco directamente se embolsa nada más firma el
cliente, además sin que éste lo vea, ya que está implícita y aunque el cliente
vea que tiene 50.000 € el banco ya ha descontado los 1500 € de la comisión. Nada
que con contratar un plazo fijo.
Sí es cierto que cada vez la banca estudia y ofrece
productos más sencillos que hagan parecerse más a un plazo fijo, pero esto es
simplemente porque hoy por hoy si no es así no se vende ni uno. Yo,
personalmente, siempre he pensado, y al final de mi trayectoria en banca así de
claro lo decía al cliente, que un interés de 2 o el 3 % seguro con total
disponibilidad siempre es mejor que un posible 4 o 5 % sin disponibilidad, más
que nada porque apostar por un 1 o 2 % más de rentabilidad nos puede hacer
perder toda la rentabilidad y en ocasiones también parte del capital, además
sin poder disponer de tu dinero cuando quieras. Este razonamiento es parte influyente
en la caída radical de la rentabilidad de la banca. 10 años de productos
ruinosos para los clientes han ofrecido una buena enseñanza.
Si nunca han contratado productos de este tipo quizá no se
hagan a la idea de lo que hablo. Imagine que tiene 60.000 € de ahorros que le
han costado toda la vida de esfuerzo y trabajo, usted va a su banco a que le
asesoren y le ofrecen un novedoso producto que invierte en compañías muy
seguras que todos conocemos (Santander, Iberdrola, Nokia, ACS…), le ofrecen un
interés del 6% anual si se cumplen ciertas circunstancias que parecen muy probables
durante los 5 años que dura el producto (por ejemplo que suban en bolsa un 10%
en los 5 años), en medio de la conversación le dicen (o no) que existe un
hipotético y muy improbable hecho que puede hacer que su dinero se vaya por un
agujero, no con estas palabras evidentemente. Usted, que busca asesoramiento y
rentabilidad, y que se fía de lo que le
cuentan en el banco (esto hasta hace 2 o 3 años era así) decide contratarlo.
Pues bien, 5 años después usted no sólo no ha ganado nada sino que además el
empleado de la sucursal, el cual ya no es el que le asesoró en su día, le dice
que ha perdido un 80% de sus ahorros y le anotan en su cuenta 12.000 € (48.000
menos que lo que dejó en su cuenta 5 años antes). No contentos con ello, le
ofrecen un buen producto exclusivo para estos clientes que compensará este
descalabro y le dicen que este capital (los 12.000 €) se le va a duplicar en 2
años si lo invierte donde le aconsejan, siempre y cuando se produzca otro muy probable
hecho. A vencimiento vuelve y le dicen que no ha salido bien esta opción y le
vuelven a dar los 12.000 €, dos años después. ¿Qué le parece la historia?,
vergonzosa ¿verdad?, bien, pues es verídica. Otros casos muy polémicos
actualmente son las participaciones preferentes, clientes que han perdido sus
ahorros porque en su día su comercial bancario les ofreció este producto tóxico
como un plazo fijo, literalmente.
Con todo esto tenemos que sacar en claro que cuando queramos
contratar una inversión segura revisemos bien lo que nos ofrecen y finalmente
firmamos y si nos decantamos por un plazo fijo que así sea. Que en el contrato
se especifique claramente qué producto es, cuanto nos van a pagar, en qué plazo
y qué posibilidades tenemos si queremos sacar antes nuestro dinero por
cualquier circunstancia. Si existe cualquier duda podemos optar por ser
asesorados por un experto independiente (asesor financiero no vinculado a
ninguna entidad bancaria), que por relativamente poca cantidad de dinero puede
aportarnos una información muy valiosa.