jueves, 26 de diciembre de 2013

Corporaciones peores que la Mafia

La Mafia, o crimen organizado, para ser más exactos con el término, se caracteriza por sus técnicas violentas de extorsión y presión, pero hay algo que para ellos merece un respeto máximo y esto es la vivienda de la víctima, su casa y su familia. Estos dos conceptos deberían ser sagrados para cualquier tipo de relación empresarial y comercial, de hecho, cuando organizaciones violentas y criminales lo respetan parece lógico que no fuera ni siquiera cuestionable. Sin embargo, lamentablemente, esto no es así.


Amparados por una ley injusta los bancos se permiten presionar y acosar a quienes no pueden asumir una deuda, sus medidas no son peores que las de la Mafia, quizá sean distintas, pero no menos dañinas. Llamadas telefónicas continuas amenazantes, buro faxes que con términos jurídicos hacen que veas a tu familia fuera de su casa, visitas personales al domicilio en momentos familiares (a la hora de comer o a última hora del día), en definitiva, una presión psicológica extrema. Lo peor es que les ampara la ley y que su poder y capacidad de presión llega al límite, a dejar a toda una familia sin hogar.

Desde los despachos, donde nunca se ven manos manchadas, utilizan el amparo de la ley, en muchas ocasiones únicamente como castigo al deudor, y no como búsqueda de compensación económica y rentabilización de la operación, lo cual tampoco sería lícito, pero al menos les serviría como excusa y justificación. Créanme, es común oír palabras frías e inhumanas que entrevén un sucio poder para el que las pronuncia y un castigo para el que van referidas.

Es inadmisible que un banco deje a una familia en la calle amparado por la ley, de forma impersonal e indiscriminada, y que esa vivienda quede cerrada durante meses o años a la espera de un comprador oportunista y probablemente especulador que estará dispuesto a pagar, en la mayoría de los casos, un valor irrisorio, y que rara vez cubrirá la deuda de la víctima.

Si se hacen cuentas en muchas ocasiones se perdería menos tiempo y dinero tratando el caso personalizadamente, proponiendo una pronta solución acorde con la situación. No tiene sentido que una persona, como ejemplo, se hipoteque en 100.000 € sobre un piso que el banco tasó en 130.000 € hace 5 años, que hoy el deudor no pueda asumir la deuda de 95.000 €, entre en un proceso de impagos y consecuentes amenazas, viva la expulsión de su casa y que un año después de empezar los impagos ésta se embargue, se  tase en 60.000 €, se subaste y se adjudique a un tercero por 50.000 €. ¿Tan complicado es pensar en llegar a una solución intermedia y no haber beneficiado a un comprador oportunista y por parte del banco haber asumido una pérdida de 45.000 € (más gastos del proceso)? No deja de ser un ejemplo, pero estas cuentas reflejan una realidad. Una realidad en la que siempre ganan y pierden los mismos.

Con razón se está relanzando el término Bankster, que surgió tras la gran depresión de 1929, donde unía los conceptos Banker y Gangster. Sin duda, las familias que tan traumáticamente viven los desahucios preferirían tratar con organizaciones mafiosas, al menos el daño, aunque físico, sería menor. 


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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Tiempos distintos que los de William le Bole

El estudio de la economía, hasta finales del siglo XVII, era un estudio básicamente social, nada que ver con métodos y variables estadísticas. Se centraba en aspectos éticos y en políticas que buscaban el bienestar social. El punto de inflexión puede decirse que fue el estudio estadístico sobre la población de Inglaterra que realizó Gregory King en 1696, aunque hasta el siglo pasado no encontramos conceptos como Producto Interior Bruto o Renta Nacional.

Así, es especialmente interesante la visión económica anterior a este cambio conceptual. El pensador Tomás de Aquino aportó estudios muy interesantes, concretamente los referidos a la implicación moral de los precios, aseguraba que la avaricia es un pecado mortal (afirmación seria contextualizada), e introdujo el término “precio justo”, donde reconocía un razonable beneficio englobado en el precio, rechazando un beneficio excesivo. Definía el precio justo como aquel en el que el comprador, tras haber manejado una información veraz sobre el producto, accedía a comprar la mercancía en cuestión.

De la misma forma que el erudito de la Edad Media promulgaba esta teoría, 800 años después, seguimos discutiendo este mismo tema. Los precios, su justicia y sus formas de fijación las encontramos en las ideas socialistas (fijación de precios por el estado), las neoliberales (dejan actuar al mercado como único fijador de precios) o las intervencionistas (que por cuestiones económicas o morales abogan por la intervención del Estado).  Además, y de forma más concreta, la fijación de precios justos están en continúa polémica, en los salarios mínimos y en los salarios máximos, haciendo especial mención a los escandalosos sueldos, bonus y retribuciones varias de los banqueros.

Cuanto ha llovido, para fortuna de algunos, desde que en 1321 a William le Bole le descubrieron las autoridades engañando en el peso del pan que vendía en su comercio londinense, su estafa en la fijación del precio fue castigada siendo arrastrado públicamente por las calles de Londres.


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Esta reciente noticia seguro que nos ayuda a entender mejor de lo que estamos hablando: