miércoles, 19 de junio de 2013

Bancario, que no banquero

Trabajar en banca tradicionalmente siempre ha sido el objetivo de cualquier madre para su hijo, incluso más que ser funcionario, un puesto en banca proporcionaba un estatus social, un buen sueldo fijo, un prestigio profesional, una carrera laboral, en invierno no pasas frío y en verano tampoco pasas calor, la vestimenta formal daba un aspecto de importancia en el barrio y los conocimientos acerca de banca que adquirías proporcionaban buenos temas de conversación en sociedad, que en muchas ocasiones tratan más como banquero que como bancario al interlocutor, sin tener nada que ver.

Probablemente esto haya sido así hasta 2009 – 2010, donde la crisis comenzó a hacer mella en la banca, convirtiéndose en el foco de esta y, en última instancia como la causante de ella.

La filosofía teórica de la banca se centra en el servicio al cliente, ayudándole a poner en marcha sus proyectos personales y empresariales, a proporcionarle una mejor calidad de vida y a adquirir anticipadamente bienes y servicios de consumo y de lujo antes de obtener los recursos necesarios para adquirirlos. El bancario asesora al cliente de cómo sacar rentabilidad a sus ahorros, de cómo planificar su futuro económico, de realizarle unas previsiones económicas y en definitiva de escuchar y solucionar sus problemas económico financieros. Probablemente en la base de la banca comercial, hasta comienzos de los años 90, esta filosofía llegara a ser la práctica habitual. Cajas de ahorro en barrios y pueblos con unos empleados bancarios que conocían a las familias, que el trato era personal, que la rotación de empleados en las oficinas era casi inexistente, que la ingeniería financiera estaba aún por desarrollarse, el beneficio de la entidad era ideado en términos largoplacistas y donde el cliente era la única razón de ser de la entidad.

Lástima que la ambición y codicia infinita se haya apoderado de la banca, como si de una mancha de aceite se tratara. La  gran dependencia de la sociedad a estas empresas y su consecuente poder económico alcanzado, incluso político en lo que a cajas de ahorro se refiere,  han desvirtuado completamente la función de la banca y el cliente ha quedado cada vez más alejado de su filosofía, hasta tal punto que ni siquiera llegan a realizar la única función por la que existen, la cual es canalizar el ahorro y destinarlo a la inversión, la simple fórmula que se estudia en la primera hoja de Economía (S=I, siendo “S” ahorro e “I” inversión).


Partiendo actualmente de un negocio bloqueado, de una infraestructura desmesurada, de un guirigay de departamentos y jefes de departamentos que ni los propios sabrían definir, de unos sueldos vergonzantes y de una jerarquía sagrada, intocable y sectaria; es indiscutible el nerviosismo y la presión que desde los cómodos sillones de piel se extiende hacia los empleados de las oficinas, los cuales tienen el mérito de lidiar con los clientes al mismo tiempo que con sus numerosos superiores. Los clientes reclaman atención y apoyo y los responsables con pretensiones de banqueros reclaman números, esto es lo único que importa, el cliente es una mera vía para sujetar su razón de ser, la única función de estos es presionar al de debajo, su prepotencia y estrés autosugestionado inconscientemente con idea de mostrar una cantidad de trabajo ficticia les dan un aspecto omnipotente y en su micromundo consiguen parecer gigantes con pies de barro.


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