Gregorio
es un nombre ficticio de un personaje real, un ex cliente en concreto.
Casualmente, además de haber sido mi cliente durante años, es vecino de mi
barrio, un vecindario pequeño, de gente sencilla y trabajadora, al menos hasta
que vino la crisis y el paro hizo estragos.
Tristemente
bajo la cabeza, o miro rápidamente hacia otro lado, cuando me cruzo a Gregorio
en el supermercado, él es el mejor ejemplo de cómo la codicia de la banca y de
los personajes que la alimentaban arruinaron (no sé si decir “arruinamos”)
económicamente su vida. Él era tapicero, y digo era porque su taller ya no lo
tiene, se dedicaba orgullosamente a fabricar y arreglar sofás manualmente para
la gente del barrio, todos le conocen como un buen hombre y yo corroboro que
así es, a pesar de que ahora lo evito por todos los medios cuando lo veo.
En 2005
él tenía un abogado asesor que le cobraba grandes minutas por gestiones que
además de irle arruinando poco a poco lucraban a este abogado. Para la gente
modesta y sin cultura financiera delegar las gestiones económicas supone un
gran alivio y en ocasiones proporcionan clara facilidad para ser una víctima
de falsos asesores.
La
historia concreta es que este hombre llegó a firmar una deuda de más de 700.000
€ hipotecando todo su patrimonio (un par de naves bien situadas en el barrio y
la parcela que se había reformado), entonces cualquier propiedad valía mucho
dinero, hoy todo su patrimonio no valdría ni 200.000 €. Parece increíble, pero
Gregorio no sabía decir dónde había ido esa gran suma de dinero, algo para hacer alguna
mejora en la nave, para tapar alguna deuda, pero sobre todo para pagar a
intermediarios, comisionistas y demás alimañas. Su ruina no acabó aquí, sino que además firmamos unas coberturas de tipo de
interés (mirar anterior entrada en el blog) por valor de más de 1 millón de
euros, por supuesto ni le fue explicado que era esto ni lo hubiera entendido. Es lo que en aquella época se podía llamar una operación redonda, para todos menos para Gregorio, claro está.
Los
impagados del irracional préstamo se fueron sumando desde el primer momento y a
ellos se le sumaban liquidaciones de varios miles de euros que trimestralmente
se le iban cargando en su cuenta de las coberturas de tipo de interés que firmó. Su ruina no
había hecho más que comenzar.
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Que caro se paga el desconocimiento de temas financieros, pero desde que las civilizaciones avanzaron y se produjo la especialización del trabajo esta claro que no podemos saber de todo, tenemos confiar en el profesional que tenemos delante.
ResponderEliminarEl problema es que cuando nos engañan por ejemplo en una reparación del coche y no nos cambian una pieza que falla, lo peor que puede pasar es que nos estropee el coche en unos meses y nos cueste algo dinero, pero cuando la mala fe viene del profesional financiero, te puede llevar a la ruina absoluta como le paso a Gregorio. Deberían de tomar conciencia de esto las entidades, no se dan cuenta que juegan con todo una vida de trabajo y esfuerzo de la gente y claro como siempre mandan al currito de la oficina para que se lo monte como quiera para salirse con la suya.
Es indignante.
ALF
El pobre Gregorio no es más que un claro ejemplo de lo que la banca ha hecho sobre personas sin ningún tipo de conocimientos financieros.
ResponderEliminarEn la época de la burbuja era raro el que no tenía ningún tipo de crédito para el coche, piso, vacaciones...con el banco, algo que ya entonces me parecía surrealista.
Mientras que acojonava la idea de 25 años de hipoteca y vivía en un modesto alquiler, veía a gente cercana y no tan cercana hipotecando hasta a sus padres.
Esta crisis que estamos viviendo y es necesaria, y aparte de la clase política, debemos cambiar el ciudadano de a pié para que esto funcione y dejemos de ser los apegados de Europa.
Sergio Juan.