martes, 16 de julio de 2013

Negar la mayor

Negar la mayor, esta es la premisa habitual que se utiliza en cualquier directiva de una gran empresa, y, como no, la banca es el mejor ejemplo. Cuando trabajas en una empresa altamente jerarquizada y extremadamente departamentalizada aparece como un ente invisible una búsqueda de identidad y significado y una lucha por parecer imprescindible dentro de la organización. Y esto se ve reflejado en su máximo exponente en los numerosos directores, responsables y jefes, que con sus aires de prepotencia y apariencia intachable e intocable, parecen cubrir una enorme responsabilidad que sólo ellos podrían soportar. Sin embargo su entorno más cercano, en pequeños ambientes de supuesta confianza, sabe que la función de su responsable está tan diluida y delegada que prescindir de él sería prácticamente inapreciable. Para ensombrecer esta apariencia, la actitud a tomar por el directivo es derrochar un estrés absurdo autogenerado inconscientemente como antídoto propio en la convicción de su puesto. La extrema seriedad, la falta de humor, las decisiones (acertadas o no) tajantes, las respuestas contundentes y la profesional evasiva a tantos temas que desconocen son una fachada habitual del tipo de gente que alardea de la posesión de estos puestos.

Lamentablemente ni la meritocracia práctica (no teórica), ni la intelectualidad, ni la formación, ni la inteligencia son aspectos determinantes en el ascenso de posición jerárquica corporativa. Somos animales de costumbres, de hábitos, de sentimientos y con una búsqueda clara del desarrollo personal, más en estos contaminados ambientes, todos buscamos la comodidad y la facilidad en nuestro día a día y cómo seguir una carrera profesional ascendente que finaliza en el estrellato corporativo al que le da la mano el fracaso familiar.

Negar la mayor es una práctica habitual, decisiones erróneas en puestos de relevancia traen consecuencias graves en algunas ocasiones. En empresas con semejante dilución de responsabilidad, con incontables departamentos, comités, responsables, jefes y directivos, una decisión errónea es capaz de ser difuminada entre toda la maraña de personajes, y en ocasiones, lo mejor es buscar una cabeza de turco al que inculpar. Cuando los últimos y primeros culpables salen airados de su incompetencia y en el mejor de los casos son ascendidos y en el peor son movidos a puestos similares en otros departamentos. Esto interesa a toda la cúpula, ¿quién sabe si el siguiente en tener que ser exculpado será uno mismo?, es lo que vulgarmente se conoce como el hoy por ti y mañana por mi.

Recuerdo ejemplos reales, directivos que fuerzan a vender productos ruinosos para los clientes y en última estancia también para la entidad o directivos que gracias a una decisión corporativa de escisión del negocio arrastran a decenas de empleados a la calle y a una caída continuada del beneficio. En todos los casos la mano ejecutora niega la mayor y diluye su responsabilidad. Qué distinto hubiera sido si la consecuencia de su decisión hubiera sido positiva.

Hombres de traje y corbata que esconden en su bolsillo interior un puñal dispuesto a ser desenfundado al mínimo indicio de que su puesto se vea perjudicado. Falsas sonrisas y golpecitos en la espada que ocultan una ambición y codicia sin medida. Líbrenme de volver a moverme por estos ambientes que sólo engendran víctimas.


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